jueves, agosto 09, 2007

ANOTHER KICK IN THE BALLS

Esta semana ocurrió algo dramático. Impactó una de esas balas que pican cerca y que llaman a un momento de reflexión.

El domingo, a poco de llegar a la redacción, comenzó a haber una convulsión interna y gente de diferentes departamentos se sumergió en una marea dramática de llanto y desesperación.
Narrando en presente: La primera información que recibo en el medio del caos es que el novio de una de las chicas, que trabaja en el 1° piso con las revistas en hebreo, se había suicidado.

Siempre que escucho suicidio, que es un titular que vende tanto como asesinato o sobredosis, me invade la duda acerca de sí el hecho en sí fue realmente un "qquitarse la vida" o si hubo algún otro móvil detrás.
-"Tomó pastillas y se suicidó", me dice alguien. -"No, se murió del corazón", declara otro. Y así, especulaciones consecutivas en medio de la angustia.
Pasaron algunas horas y el revuelo era insoportable por la carga negativa de la noticia. Alguno se atrevió a bromear -recurso válido para mí y me banco las críticas- pero nada podía haber sido peor para comenzar la semana, que si encima empieza un domingo...

En resumen, la víctima, un publicista de 34 años, se había comprometido con mi compañera de trabajo tres días antes. Con anillo y todo.
El fin de semana, para festejar, fueron a una fiesta. Se tomaron algún tipo de droga sintética -aquí especulaban con el Extásis- en formato pastilla y entre euforia y colapso energético se fueron a dormir. El tipo nunca se despertó porque le falló el corazón.

Esta es la primera vez que sé de alguien cercano que muere a causa de las drogas. Esto no quiere decir que niegue la gente se muera por ellas pero esta vez fue la que más cerca me tocó.
En ese momento me puse a pensar cuántas de las cosas que uno piensa que no le van a tocar -directa o indirectamente- le tocan.
Aquí cayó una de esas situaciones que uno siempre relaciona con lo ajeno: sobredosis de un amigo, abortos, muertes prematuras, cambios de sexo, violaciones, la montaña rusa que se le afloja un tornillo o un cáncer de pene.

Y me volví a dar cuenta que los invulnerables no existen y que todos padecemos la vida misma, que no nos conforma con un documental que muestra a los pingüinitos bebés protegidos por sus mayores o la propaganda de Telecom del tipo y la beba resucitada esta semana en La Nación on line.

Y me puse a pensar en la piba, muy macanuda, con la que a veces nos fumamos unos cigarrillos en la escalera y a la que le gusta la misma música que a mi. Que estaba enamorada, según ella, por primera vez y por eso mostraba el anillo en todas partes.
La chica está destruida y para más detalles, me dijeron que en el entierro estuvo tirada en el piso del cementerios. Horror, pobrecita.

Lo cursi sería decir que llegué a mi casa y abracé a mis mujercitas con fervor, casi como en una escena de Héctor Gagliardi. Y sí, lo hice. Y miré el reloj como Monzón con Briscoe.

Se viene el fin de semana y con él definiciones. Que playa, que parque, que hummus, que hattrick.
En otra línea, pienso que me llenaría de plata en verano vendiendo remeras con el lema "No a las cagaderas, sí a la pita".

Ahí se ven.

Etiquetas: , ,