HANG ON TO YOUR EGO

Dejo el recital del martes 13 de lado, por un rato.

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Esta mañana, miércoles, otra vez volvieron a caer cohetes Katyusha contra el norte de Israel. No hubo heridos e Israel respondió al toque. Igual que el jueves pasado, salvo los dos viejitos lastimados.

No soy un listo si entiendo, como todo el mundo, que hay muchos interesados en arrastrar a Israel a un segundo y hasta un tercer frente. Esos actores apoyan la causa palestina a través de una guerra con Israel. Estos actores, los palestinos arengados por Siria e Irán o mismo las facciones filo-Hezbollah, quieren a toda costa hacer saltar al Ejército, dividirlo, apurarlo, distraerlo y si es posible humillarlo.

Los cohetes en el norte y en el sur, más un tiroteo aislado en la frontera siria y otro intercambio de disparos en la frontera jordana son mi respuesta para los que piensan que no se puede tener miedo sólo por no estar bajo la lluvia de cohetes.

Si fueras un alemán de Berlín en 1945, no un nazi específicamente o sí, ¿no estarías asustado por el avance de los aliados desde el este y desde el oeste? Yo sí.
Es una asimetría, claro, pero los temores son así, ilógicos a veces, profundo como una fosa marítima que se expande a medida que la Tierra envejece.

Son terremotos del alma, mareas inesperadas que desestabilizan. Emocionalmente estoy fuerte y este blog me ayuda a regurjitar mis internas. Es mi mejor psicólogo. Que me perdonen los profesionales de la salud mental: ¡Blogspot es gratis!
"Oh, sos judío, ooooh sos judío de verdad", se escucha desde la inefable tribuna de la autocaricatura.

Los hay que le temen a la entrega del boletín en noviembre, algunos se paranoiquean con los robos en las calles tercermundistas. Yo me tenso con la guerra y sus riesgos. Sobre todo a la integridad física de mi familia.

¿Por qué no me voy? Porque tengo esperanzas, las mismas que en un momento perdí en Buenos Aires todavía viven aquí, en Tel Aviv, en mi más profundo ser. Individualista y egoísta, creo que aquí, todavía, me siento mejor que en 2001/2003 en Buenos Aires.

Todo es relativo o absoluto. La velocidad de la luz en el vacío es absoluta, las decisiones relativas a los contextos. Ruego que no empeoren más las cosas. Eso es absoluto.

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Vuelvo.

Martes a la noche, un frío de muerte (qué palabra más trendy). A las 22.10 se puso en marcha la máquina del rock con un público de ¿30? personas que se reunió a zafar de la coyuntura.

Cerca de 45 minutos de show, caliente, eléctrico, vivaz y potente. No tanta calidad como se quisiera, sí la actitud y el reflejo de hacer la música que uno siente, que fluye y que es original en Israel.
Sí, Mamashkanta es única en su origen en Israel. Mezcla el español y el inglés, fusiona géneros como el surf o el western y enarbolaa la tradición punk en sus canciones sin necesariamente ser un mohicano.

Nuestras canciones contagian. Es verdad. Hacen que la gente, o baile o por lo menos mueva el piecito y sonría. Ayer eso pasó a pesar de la ausencia de clima general.

Lo mejor de todo es nuestra sinceridad. Nuestras limitaciones y aciertos nos hacen ver como unos tipos raros pero con buena energía. Yo bailo mientras canto, salto, invito al público a cantar y trato de no incomodar a los tímidos aunque ayer, a dos Alejandras distintas, las puse en el ojo de la gente. No fue tan grave, pero ambas me lo reclamaron sin ira.

A una la "denuncié" porque se iba al baño (?) y a la otra le puse el micrófono para que cante un estribillo. Luego, esta última, me dijo que sufría de pánico escénico.

Me hubiera gustado que mi mujer hubiese podido venir pero no teníamos opción de dejar a Alma con un familiar porque mi suegra se volvió hace varios días y mi viejo se mudó a la loma del orto.

No importa. Otra vez será. Siempre que haya vida habrá oportunidades y combinaciones. A eso iba más arriba cuando hablaba de quedarme a pesar de los miedos. Acá, está más resumido, creo, bah, estoy confudido ya. Muerto (qué palabra más trendy) de cansancio.

Ah, por segundo día consecutivo rompí un vaso. El lunes en un bar, ayer en vivo.
En un momento, bailando, pegué un giro y con el cable reventé un vaso contra el suelo, volcando el contenido no cerca sino encima de los cables. Lo peor, es que yo no me di cuenta y en la inconciencia seguía pisando cable y líquido, tentándolos a que se unan en un tengo feroz de chispas y desgracia. Hubiera sido un martes 13 inolvidable, ¿no?

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Se acerca el fin de semana. Ese momento en que las expectativas se elevan a su máximo nivel, donde la cabeza funciona sin resaca.

Tengo muchas cosas que resolver. Una lista tremenda. Pero qué mejor que desafiar al destino, torciendo burocracias internas y soñando con vencer sistemas rutinarios.

De quimeras también se sobrevive. Y el viernes es un cese de fuego propio. Hacia allí voy, calendario autoritario, con gracia y dignidad.


En la noche dura del frío nival,
toda la locura te puede pegar,
con mi dentadura rompo todo el vaso

Ratones Paranoicos