miércoles, junio 27, 2018

SANTA MARADONA PRIEZ POUR MOI


Yo no defiendo a Maradona. Yo amo a Maradona. Y cuando se ama no hay objetividad aunque sí exista lugar para el conflicto.

Mi amor por Maradona es pasional. No sé si alguna vez lo sintieron. Yo sí: por familiares, amigos, sorpresas de la vida, músicos, escritores y deportistas. Y hasta por una camiseta de fútbol.



No es que ande amando como loco. No soy un hippie. Amo a pocos pero intenso. Y cuando amo, lo que busco no es siempre lo que me puede dar el otro (lo otro) sino que me basta conmigo mismo.
Maradona no sabe que existo y probablemente no lo sabrá. No importa, porque él ya me generó una emoción que no siempre aflora. La del amor incondicional.

¿Es un payaso? ¿Es drogadicto? ¿Es maleducado? ¿Es generoso? ¿Es infiel? ¿Homosexual? ¿Bisexual? ¿Ególatra? ¿Quiere el Estado Palestino? ¿Es comunista con Ferrari? ¿Es kirchnerista? ¿Es menemista?
Todas las etiquetas, juicios y prejuicios que se pongan o hagan sobre él pueden tener su asidero en el café de los imbéciles al que suelo evitar cada día aunque paso cerca, cómo no, y miro desde la vidriera a ver si están los de siempre. La ñata contra el vidrio pero sin ganas de entrar a timbear en la ruleta rusa de los descarnados ni de servirme un trago amargo.

Si es que alguna vez amaron, ¿aquel objeto del deseo era perfecto? ¿Cumplía exactamente con sus expectativas? ¿O creyeron que sí y soslayaron el análisis porque el amor vence?
La autoridad moral de muchos de los que lo critican -hablo de los que conozco- no es muy diferente a la de Maradona o de cualquier otro ser falible.

Como en todo amor, hay críticas. Hay planteos y deseos de que haya cambios. Pero como Maradona no me pidió nada, quién soy yo para pedirle algo con todo lo que él me dio. Jamás se enterará de lo que yo siento por él. Y eso es lo mejor.

No me gusta cuando veo que le pegó a alguna mujer o cuando pone en riesgo su vida. El resto, son gustos sexuales e ideológicos, auto-trampas que se pone y cazabobos en los que entra porque siempre va a fondo, para bien y para mal. Vive en el Jardín de las Delicias, no es para cualquiera.

Cuando tenía nueve años, gracias a la “plata dulce”, mi tío compró plateas en la Bombonera y pude ver al Boca de 1981 con él en la cancha. Campeones. Ahí me enamoré de Maradona, a tal punto que cuando se estaba yendo al Barcelona, le sugerí a mi padre donar mis pocos ahorros e instar a todos los hinchas de Boca a que lo hicieran para comprar su pase y que se quede. Tan feliz me había hecho que mi entrega ya era total. ¿Alguna vez sintieron algo así? ¿Entienden por qué odio al Barcelona desde entonces y para siempre?

¿Que debería replantearme ese odio a los culés? Vamos, se odia con la misma intensidad con la que se ama. Conozco a muchos que reivindican las luchas y vivencias de sus padres y abuelos sin cambiar una coma y voy a cambiar yo a mi corazón herido por ese indigno club que se atrevió a romperme el corazón por primera vez… Explíquenme cómo se hace porque madurez es otra cosa.

Sé que estoy abusando de la interpelación colectiva pero cuando alguien que no ama se mete con sentimientos que no le son propios y, como aquel perro de Lope de Vega, intenta craquelar -nunca quebrar- el amor, tengo que preguntar en voz alta. Ni me respondan, por favor.

Maradona se va a morir algún día. Como se murió un querido amigo hace casi un año, como se morirán los Stone Roses y también Hunter Thompson. Y otros tantos que amo. Todos y cada uno de ellos han sido y serán imperfectos y quizás sea eso lo que me haga enamorarme de esta gente, de estos héroes del corazón y de la vida. De estos campeones en sacarme lágrimas, carcajadas y reflexiones.

Para muchos, Maradona ya murió. Mejor, más para mí. Dejen amar en paz ustedes, jueces sin peluca, y que en paz descansen.
                                  


Would you love me for my money
Would you love me for my head
Would you love me through the winter
Would you love me 'til I'm dead
Oh, if you would and you could
Come blow your horn on high.
I never felt magic crazy as this
I never saw moons knew the meaning of the sea
I never held emotion in the palm of my hand
Or felt sweet breezes in the top of a tree
But now you're here
Brighten my northern sky.

Nick Drake - Northern Sky




miércoles, junio 06, 2018

SOMOS LOS MEJORES PORQUE SOMOS LOS PEORES


Bueno, llegó la hora de volver. Porque hay que hacer catarsis y escribir es para mi como ir al baño. Aguanto hasta que casi me hago encima. ¡Qué feo se sigue viendo Blogspot! 




Hace horas, nomás, se suspendió el partido que iban a jugar Israel y Argentina en Jerusalén.  ¿Y eso? ¿Cuánto hace que no se cancela un partido por amenazas y seguridad? Hablo de amenazas serias y no de lluvias o el cruce de hinchadas rivales en el puente X.

Bien, luego de superar la sorpresa cantada, traté de hacerme una idea de lo que realmente ocurrió y llegué a la conclusión de que este match era prácticamente inviable desde el principio. Fuentes de aquí y de allá me iban dando señales de que la fiesta -porque sí, podría haber sido eso- nunca iba a tener lugar. 
Es decir, sin ser gurú ni pesimista militante, olía demasiadas complicaciones técnicas muy sobre la hora que podían evitar que esto tuviera un final feliz. Messi, sus compañeros y su técnico no se morían de ganas de venir y eso es un factor clave aquí. No es que siempre estén en éxtasis cuando se trata de jugar en la Selección Argentina pero acá había menos ganas que nunca. Y desde el discurso se notó. Si no te lo crees, no lo contagias.

Yo puedo entender -más no adherir- las mil y una posiciones acerca de por qué no quisieron jugar. Pero creo que hay una sola: la ignorancia y, por supuesto, el poco rédito que les daría golear a Israel en Jerusalén. Uno de ellos, salir golpeados ante la torpeza del jugador local.

Los malos manejos gubernamentales acá con presiones incluidas, poca predisposición allá y dos Gobiernos que parecen similares pero que no tienen nada en común. ¡Qué combinación fatal!
Sí, son dos Gobiernos diferentes porque se ocupan de otras cosas y tienen otras problemáticas.
Por ejemplo, la Argentina carece de políticas de Estado mientras que para Israel, su supervivencia es una política de Estado, quede quien quede en el camino (lo debatimos por privado).

Israel, errado o no, es un país con agallas. Sabe lo que quiere aunque se pegue mil tiros en el pie, la cabeza o el corazón. La Argentina no sabe lo que quiere, no hay siquiera coherencia al momento de dispararse a sí misma porque la mitad quiere que la bala vaya a la cabeza mientras que la otra prefiere el corazón. Y los menos, en un pie roto. 

Entonces, terminemos con el “son lo mismo” porque no hay nada, ni siquiera el extremo capitalismo, que pueda permitir a un ser racional hacer una comparación equiparando un camello con una vaca. Bueno, Jorge Lanata lo hizo. Silencios.

Ahora bien, lo realmente fantástico de este capítulo minúsculo de la historia de 2018 es la emergencia (de emerger) de miserias que pude ver entre los argentinos que viven en Israel. Sí, sí, no son todos iguales, está claro, no me corrijan por una generalización que no hago.
Pero, si creía que había visto mucho -ni Borges lo vio todo- me equivoqué.

Lo que más odiamos los argentinos de nosotros mismos emanó concentrado y destilado en unas pocas semanas. Ese elixir del mal que nos condena, que riega nuestros días de resentimiento y que cada uno, a su manera, intenta encauzar o hacer rebalsar, rompió compuertas a 12.000 kilómetros de casa.

Vi los peores comportamientos posibles, esos que nos acostumbramos a ver y a repetir porque somos parte de un todo vanamente negativo. Y conviví con conductas dignas de cualquier hijo bastardo de cualquier nacionalidad pero que, claro, al ser de los “nuestros” molesta más. Es la miasma dentro de la escafandra.

Estos son algunos ejemplos vergonzantes:
  1. Vi enemigos íntimos aliarse para conseguir supuestos beneficios.
  2. Vi periodistas de todos los niveles “trabajar” gratis para medios argentinos.
  3. Vi opinadores de cualquier tipo y moral desesperándose para decir barbaridades en cualquier medio.
  4. Vi a acreedores de entradas gozar los que no pudieron comprar.
  5. Vi  resentidos que no pudieron comprar entrada que maldijeron a los que sí lo hicieron, los gozaran o no.
  6. Vi gente a la que no le importaba nada el partido burlarse de los que sí estaban emocionados y al conseguir entradas ellos también → volver al punto 4
  7. Vi miserables revendedores de entradas a precios astronómicos y pobres ilusos que las compraron. “Sin clientes, no hay reventa”.
  8. Vi gente acusar a otras -¡a mí!- de acciones que ellos mismos podrían haber hecho. Ejemplo: denunciar a un revendedor.
  9. Vi personas “biempensantes”, “políticamente-correctas”, duras con Israel y sus Gobiernos, defendiendo “al aire” al país y sus miserias.
  10. Vi envidia por haber conseguido una acreditación para cubrir el partido para la radio nacional de Israel (como si no fuera parte de mi trabajo).
  11. Vi sobreactuación en frases desinteresadas del tipo “me cayeron entradas de casualidad”.
  12. Vi falsas manifestaciones para generar notas para la TV. Y sus fracasos.
  13. Vi la organización y no concreción de marchitas de apoyo a la Selección, de repudio frente a la Embajada Argentina por el "tema" de las entradas, frente al Ministerio de Cultura y Deportes y en una sucursal de una cadena de supermercados sponsor del partido.
  14. Vi, como siempre pero más que nunca, nula humildad, desunión, agachadas, transas y negocios ínfimos -camisetas truchas, dulces de leche, choripanes, etc.-.
  15. Vi todo esto reconcentrarse, hervir y explotar en poco tiempo. Todo junto. Sobredosis.
Y no vi nunca buenas vibraciones. Ni solidaridad. Ni respeto. Ni una alegría desbordante cuando era un evento, que como tenemos la mala costumbre de hacer con el fútbol, debería haber sido para alegrarnos y pasar un rato juntos, cantando y viendo a estos pibes que, personalmente, no me mueven un pelo pero que representan la única camiseta de fútbol a la que podría alentar en el Mundial. Y todo esto que no vi fue puramente por desprecio por el otro.

Es una lástima saber que, no que este conjunto de conductas de almacén no vaya a cambiar (la resignación es bien argentina también) sino que haya sentado precedentes para que yo desee, finalmente y de forma definitiva, no volver a ser parte de esta heterodoxa, dañina y pestilente no-comunidad argentina en Israel.

Tuve que volver así. Con furia y denuncia. Con descompostura.

Es probable que este texto no me sirva más que a mí. Disculpen el egoísmo.





But what did you do
What did you say
Oh did you walk or did you run away
Where are you know
Where have you been
Did you go alone or did you find a friend

Gnarls Barkley - Smiley Faces