lunes, julio 31, 2006

MAMBRU SE FUE A LA GUERRA (DEL LIBANO)

Una versión que bajé de Internet para mi hijita de la canción popular Mambrú se fue a la guerra (*) tiene partes un poco diferentes a las que los argentinos estamos acostumbrados. La canta un tal Cepillín que es un zapallo y convierte un clásico personal en una porquería.
Cuenta la canción que un chico nació en Francia y que por no tener padrino “Mambrú lo han de llamar”.
Después, sin ninguna explicación, Mambrú se va a la guerra siendo un nene. Y los esperan pero no vuelve. Nunca más.
Mambrú se murió en la guerra y lo entierran con honores. En una caja de pino (sic) y con una corona arriba. Un pajarito, posado en la corona, canta el pío-pío-pá. Y el “chiri bin chiri bin chín chín” es reemplazado por un “qué dolor (2) que pena” primero y con un “que do-re-mi, que do-re-fa” totalmente impopular y antimarcial.

Yo siempre me había imaginado a Mambrú como un tipo apuesto, con el pelo un poco largo, con coraje y vistiendo un piloto militar bajo una lluvia intensa.
Pero resulta que era un pibe que se fue a la guerra. Seguro, segurísimo que no quería ir a la guerra pero la guerra vino hacia él. “Y se murió”, dice uno en la versión. “¿Por qué los niños van a la guerra?”, se responde el mismo sujeto. “Y se murió”, machaca; y a esa altura ya quiero llorar por la versión espantosamente negra que bajé, porque esa canción me la cantaba mi mamá cuando era chico, porque a mi hija no le interesa en lo más mínimo y por el destino del pobre Mambrú.
Si le hubiera puesto Bauhaus o This Mortal Coil, Alma hubiera al menos sonreído.

Ayer, Israel bombardeó un edificio en la ciudad de Qana en el sur del Líbano y mató a 37 chicos. Murieron adultos civiles también. Hasta aquí, lo peor de la guerra.
No hay acción que justifique la muerte de menores. No la hay.

Muecas más, pocas palabras

En las conversaciones, acá en Tel Aviv, se siente el pesar de la matanza. No todos son unos hijos de puta que, por más que los hijos de puta de Hezbollah usen escuelas, hospitales, casas, plazas, telos y demás como cuevas de arsenales y a sus ocupantes como escudos humanos, van a justificar la masacre de Qana.
Se respira en la calle, no una congoja desmedida pero sí una sensación de frustración por la cagada de la Fuerza Aérea.
Dicen que Israel avisó que se evacuara el edificio. Y dicen que lo avisó varias veces. ¿Y qué? ¿Tirás igual? Yo no, ¿usted?

Israel debe pagar por el crimen. No con muertes propias ni con el cese por 48 horas de acciones militares aéreas porque es pan para hoy.
El Gobierno debe relevar a los “jerarcas” que ordenaron el bombardeo y las cortes internacionales deben juzgar a quienes corresponda por ser criminales de guerra. Esto debe ocurrir, antes que el alto el fuego o cualquier otra vicisitud bélica.

El pato criollo aprende a hablar y dice: “Adelante, radicales”

El Gobierno dijo que seguirá con su ofensiva en el Líbano y que puede tardar entre una y dos semanas para alcanzar sus objetivos.
Sin embargo, se está mandando todas las cagadas posibles desde el punto de vista estratégico. La guerra mediática, por supuesto, ya la perdió y van.
Bajó a cuatro oficiales de la ONU, reventó el edificio con chicos y hoy disparó contra un vehículo y liquidó a soldados libaneses.

Ahora, el precio es que, además de la condena internacional y sus respectivas presiones, Hezbollah logró un reconocimiento mayor en muchos ámbitos en donde antes del negro episodio de Qana era repudiado de forma absoluta. Un ejemplo, los libaneses cristianos. Otro, los sunitas, antagonistas religiosos del chiísmo integrista que profesan Hezbollah e Irán.
Con esta actualidad, Israel, que iba volcando la balanza diplomática a su favor para lograr la presencia de una fuerza internacional de combate en el sur del Líbano y forzar a Hezbollah a negarse a un cese del fuego con la entrega de soldados, desarme y retirada, queda en orsai con los once jugadores.

Pero no todo está perdido. Ya hubo contactos diplomáticos entre Hezbollah e Israel y se comienza a sospechar de que vaya a haber un canje de prisioneros exclusivamente libaneses por los soldados.
Yo escribí tiempo atrás que los secuestrados estaban virtualmente muertos. Se verá.
Habrá que estar atentos porque puede haber más errores tácticos que se midan en los peores términos porque ya se habla internamente de desinteligencias dentro de las Fuerzas Armadas como fuego amigo cruzado y desorden en la distribución de materiales básicos como ropa y balística.

Hace dos días que tengo insomnio y duermo pocas horas. Si sigo así, dentro de poco voy a tener que fabricar un misil de melatonina y auto-clavármelo; y en una operación comando recuperar a sangre y fuego la almohada alta, secuestrada por mi mujer aprovechando mi lobotomía temporal.

(*)A quien tenga la versión que nos gusta a todos de Mambrú, pido que sea gente y que me la mande. Si no, al menos que se me indique de dónde obtenerla. Tengo que reparar de forma urgente el daño que me hizo esa versión ibérica, la cual ofrezco como moneda de cambio a intrépidos y masoquistas.

sábado, julio 29, 2006

EL 18, LA SANGRE

Decimoctavo día de combate

Con calcomanías de bancos que publicitan un “Venceremos” y las alarmas en perfecto estado, una semana más de la guerra que todos esperaban en algún momento.
Los de acá y los de allá. Los de Irán también, los antisionistas y los sionistas ciegos.
Nadie se pierde el trágico show de la pérdida de la moral gracias a la muerte.

Sin embargo, y ante la felicidad de muchos y el pesar de otros tantos, todavía no cayó un sólo cohete en Tel Aviv.
Esto quiere decir que todavía no entré en el pánico feroz a pesar de la noticia de hoy que dice que el Ejército va a desplegar misiles Patriot entre Netania, a unos 40 kilómetros de acá, y Tel Aviv por si a Hezbollah se le ocurre atacar el sistema nervioso central israelí.

Estuve preguntando, días atrás, si Israel contaba con una defensa certera contra los proyectiles iraníes de medio alcance que según Inteligencia Hezbollah tiene y recibí varias respuestas:

-Testimonio A, eludiendo el tema y mostrando pulentería quizás por el cagazo. “Si ellos llegan a golpear Tel Aviv, desaparece todo el Líbano. Que ni se les ocurra”.

-Testimonio B, más en el tema pero con evasivas: “No hay algo cien por cien efectivo pero tenemos la tecnología para detener cohetes mayores a los Katiusha”.

-Testimonio C, con algún detalle que roza el sofisma pero te mete cierta tranquilidad: “Para ellos disparar los cohetes medianos tienen que retrasarse en el territorio libanés. Entonces no llegarían a Tel Aviv por el limitado alcance que tienen”.

-Testimonio D, el que quería escuchar: “Para tirar cohetes de media distancia Hezbollah necesita plataformas de lanzamiento que son fácilmente identificables por los satélites en tiempo real y por los aviones no pilotados con lo que Israel sobrevuela la región. En el caso de que igualmente tiren uno, tenemos las facilidades tecnológicas para interceptarlos en el aire”.

Anteayer

Las nubes están naranjas y hay un viento tan caliente que no se puede respirar.
Mueve las hojas de unos cuantos árboles que hay acá enfrente y me hace acordar al principio de la película Apocalypse now cuando se ve un paisaje selvático vietnamita al ritmo de The End, de The Doors.

De repente, en el alucinante film, una escuadra de bombarderos estadounidenses arrasa la zona con fuego y la danza entre la muerte y el destino se apodera de la retina y paraliza. Hipnotiza, mejor dicho.
Me quedo un rato tarareando The End como si estuviera filmando pero los aviones no pasan, no hay llamas ni napalm. No hay ni siquiera el olor que imagino que tendría un bombardeo real. Gracias a dios.

Anteayer bajé al supermercadito 24 horas que hay a una cuadra de mi casa a comprar dos helados de agua. Vi algo raro y lo esquivé.
Compré los helados, cereza y tutti fruti, y volvía cuando “eso raro” me interceptó.
Era una mesa de religiosos, como los del Once o Flores, que vibraba al compás de los Salmos.
Los tipos instalaron una mesa larguísima, como para 20 personas, todos hombres, en una vereda de la avenida King George, que vendría a ser algo así como Scalabrini Ortiz cuando era Canning y pujaba como uno de los centros comerciales textiles más importantes de la capital federal.
Decía, estaban sentados y cantando a los gritos. Recibí la invitación de sentarme, me negué inicialmente pero un barbudo gigante casi me sentó de prepo y me explicó que estaban rezando para que se termine la guerra.
Ok, ok, me siento. Me sirve vodka en un vasito de plástico y me grita exaltado ¡Lejaim! Me chupo el vodka y grito Lejaim!! en la mesa.
Quince o dieciséis voces entonadas me responden lo mismo, me empiezan a caer invitaciones de sandía y uvas y otra vez los cantos.
Hacía tanto calor que el vodka me enterró vivo. Los helados, blandos. Y el leve mareo presente. Nunca me la banqué demasiado con el alcohol y el vodka en verano, así, en seco, sin hielo ni un rebaje tipo limón o algo, me colocó.

Mi guerra, mientras tanto, es contra los insectos y el calor.
Vengan, mosquitos, fundamentalistas de la sangre, los estoy esperando con OFF perfumado importado de Buenos Aires y tres aparatos con tabletas. No pasarán.

lunes, julio 24, 2006

SETENTA KATIUSHAS Y NINGUNA FLOR (21/07/06)

Otro cigarrillo de filtro blanco y van.
Si hace unos años me hubiese planteado a mí mismo la posibilidad de vivir en Israel, mi Géminis se hubiera disociado de forma definitiva para abandonar a su gemela mitad por encontrarse seriamente afectada.

Lo mismo ocurre con el cigarrillo de filtro blanco que me fumo ahora. Si tiene filtro blanco, era el dogma para mí, sólo podría ser aceptado un Parissienne -o Particulares, sus suplentes en épocas de escasez- y quizás en otro nivel un Benson & Hedges.
El que prendo en Tel Aviv, en cadena estos últimos días, es un L&M Light, bastardo y sin Claudia Sánchez.

En ese sentido, hechos tras hechos me demuestran en la adultez que la flexibilidad y su opción al cambio de acuerdo a la necesidad es la clave de mi supervivencia. Descubrí definitivamente en mí este lugar común y lo describo aún más con vicios cursis.
No se lo voy a explicar al camaleón ni al antojadizo.

Otro que lo entendió siempre pero se vio obligado ahora a decirlo es Fuad Siniora, primer ministro del Líbano, que le pidió a la comunidad internacional que lo ayude a desarmar la infraestructura terrorista de Hezbollah en el sur de su país.
Siniora, como era de esperar, se lo dijo a un periodista del Corriere della Sera.
Eso sí. Para Siniora, lo primero es que Israel tiene que cesar la ofensiva.

Hoy, el Ejército tiró 23.000 kilos de explosivos contra un bunker de capos de Hezbollah. No se confirmó que hayan muerto ni mucho menos que Nasrala haya sido alcanzado. Es raro.
Es una cantidad de bombas que no dejarían en pié Palermo entero y acá no es claro el daño causado.
¡Hablan de un edificio en construcción! Si mi casa en Tel Aviv se cae con un eructo fuerte, la construcción en Beirut es aún más sensible.

Otra información del día revelaba que Hezbollah tiene / tendría la mayor parte de su armamento en túneles bajo tierra (40 metros) y que por eso las Fuerzas Armadas israelíes comenzaron la invasión por tierra.
Hay tanta especulación y delirio que al final, en Tel Aviv, la guerra se va pareciendo más a una película trucha que a la realidad misma.

El film, Mothra contra Mathew y sus pandilleros, le cuesta a Israel entre 15 y 20 palos euro al día y se exhibe en el norte. Acá las playas están llenas, las calles hierven y los negocios le venden de todo a los norteños.

Hoy me enteré de algo que no me quería enterar y es que en Eilat, ciudad turística por excelencia, en el extremo sur y frente al Mar Rojo, subieron los precios de tal manera que rompieron el mercado.
Me dio la misma sensación del fin de la convertibilidad cuando los dueños de departamentos de la costa atlántica* se vengaron de los turistas luego de diez años de no alquilársela ni a ellos mismos.
Ni hablar de los fabricantes de manteles vinílicos y virgencitas del tiempo, que directamente fundieron.
No me esperaba, vaya ingenuo, que eso pasara acá. Me olvido que todos somos unidades de la raza más escoria.

Nasty Nasrala

Nasrala es el Nasser de hoy. Al menos desde lo discursivo y del uso de la mentira como persuasión para su tropa.
El jeque épico, que de sheik tiene tan poco, inventa y ordena inventar noticias de alto impacto moral para que sus seguidores sigan en la arenga y no se bajen de ella.
Me cuentan que Nasser decía a los egipcios en la Guerra de los Seis Días:
“Hemos tomado Tel Aviv y hemos tirado a los judíos al mar”.
Esa obsesión de tirarnos al mar nació con el panarabismo y se mantiene en las cartas orgánicas de diferentes grupos integristas. Para mí, el único panárabe es la pita.

Volviendo a Nasrala, si se murió va a ser mártir porque hace casi 15 años que encabeza Hezbollah y es un clásico enemigo de la “entidad sionista”.
De todas formas no le da el cuero para ser Arafat porque si bien es héroe para los palestinos no los representa como un prócer o páter.
Tampoco va a tener unanimidad como la tuvo Arafat durante décadas; y menos con el Líbano dándosele vuelta por haberlos jaqueado y exponerlos al arma más sofisticado.

Fuga en el siglo XXI

Me puse a pensar quién piensa en Argentina en nosotros, los argentinos que nos fuimos algún día. ¿Nos ven como vendepatrias? ¿Cómo judíos?
Porque hasta el momento sólo vi reacciones de la izquierda más estúpida sobre los ataques de Israel y ni una demostración por la mujer argentina muerta en Naharía por el impacto de un Katiusha.
Por ahí me perdí algo de la cobertura de la guerra desde allá pero salvo la comunidad judía que se solidarizó y la Embajada de Israel no tengo presente alguna muestra de comprensión, más allá del amarillismo o el mero testimonio como publicó La Nación, con los que no escupimos la bandera por estar lejos. Por ahí me equivoco.

Me persigo porque soy de un pueblo muy perseguido. ¿No nos quieren de vuelta? ¿Tendrían el derecho a juzgarnos si mañana me “acobardo” y decido cargar a mi familia y llevarla para allá? ¿Demostraría una actitud así lo que decían Los Protocolos de los Sabios de Sión o mi lucha respecto al pueblo sin nación ni bandera?
Encima Kirchner no se banca una crítica y castiga en un momento sensible, tras un aniversario de AMIA.
Qué poco estilo y qué poco zorro es este Kirchner que si se hubiera callado la boca como lo hicieron los otros señalados desde el día de la bomba se hubiese ganado un poroto, de esos que gana de culo porque le tocó el post-derrumbe y sus consecuencias lógicas.

De acá me da envidia que casi no haya fracturas en la sociedad en cuanto a encolumnarse detrás de un plan común y una estrategia durísima planteada por el gobierno.

Se hablaba de un Ejecutivo de unidad nacional y por lo menos dos partidos ofrecieron entrar sin exigir carteras ni puestos políticos.

Este post está fragmentado en varios bloques ya que lo fui construyendo en diferentes momentos del día.
Al cierre de esta edición, Israel golpeaba en el Líbano y en Gaza y había accedido a permitir un corredor marítimo y aéreo entre Beirut y Chipre para permitir el tránsito de ayuda humanitaria y civiles.
Ocho soldados heridos y el rumor de una operación a gran escala para liquidar a Hezbollah.
Hasta ahora, para Israel, esto es un juego de niños.

LA MUERTE Y LA BRUJULA (19/07/06)

Hoy fue un día duro. Una andanada de Katiushas mató a dos nenitos de 3 y 9 años en Nazaret. ¿Cómo? ¿No era una ciudad sagrada? ¿No era la ciudad de Cristo?¿Y los muertos en Safed? ¿No era este el lugar fundado por un hijo de Noé después del diluvio?
Y qué me dicen de Haifa. ¿No es acaso el centro sagrado de la religión Bahai?Estoy harto de los cuentos bíblicos.

De muy mal humor y cansado por el día húmedo me enteré al atardecer que estos dos pibitos que murieron estaban jugando afuera y les cayó el cohete.Si, en el Líbano mueren nenes también. No me jodan. Es que cuanto más a mano tengo a la muerte, me resulta más fácil la identificación.

Además, uno está de un lado y hay que tachar a dos de los nuestros. También cayeron dos soldados. Pero eso es más normal aunque sean dos menos también.

Alegta Goja

La zona central del país, encabezada por Tel Aviv, estuvo de alerta todo el día porque Inteligencia le dijo a la Policía que hubo infiltrados desde Cisjordania y que podría haber un atentado gigante en alguna ciudad del corazón israelí.

Kfar Sava y Raanana, dos feudos de argentinos, vivieron una jordana de aquel viejo temor del terrorista suicida que se inmola.Y cuál es acaso el miedo que uno prefiere. El conocido o el inédito.
Para los que vinimos en los últimos años desde Argentina este miedo al Katiusha es nuevo.Yo nunca le tuve temor al atentado suicida. Lo banalicé con que si ocurre no tengo otra alternativa que morir en él. Que las divinidades no quieran que quede impedido porque querría morir. Pero esto es nuevo y de golpe me hace acordar a esas películas donde caen meteoritos y la gente no sabe para dónde disparar. O en los dibujitos en los que a los personajes malos les cae un piano en la cabeza.Los malos son los que matan o mandan matar.

Eso lo tengo claro. Los malos están allá en el sur de Beirut y en los ministerios de Jerusalén. Todos son malos y no les importa. Matar por un ideal, anda a cagar.Yo no me quiero morir porque otro tiene una ideología y levanta el arma.

Yo no le tiro una piedra ni a uno de Platense y para mí el fútbol es más relevante que la política.El talante me está empezando a cambiar. Ya no sé cómo explicarle a los que me preguntan desde Buenos Aires sobre lo que “realmente” pasa. Es como que no me creen que estamos a salvo. No comprenden que estamos acá porque decidimos estarlo como experiencia. Punto final sin discusión.

¿Qué? ¿Los que toman ácidos o se tiran en barril desde el Niágara no viven experiencias rayanas al peligro? ¿Es distinta la muerte por un Katiusha que por la incomprensión de un chorizo con arma que, alocado por la pasta base, no entiende que no tengo efectivo? En ninguna de las dos se puede elegir.La muerte es romántica para los que quedan vivos. Es mito para los que así lo desean y morbo para los cobardes.

Yo salí a la mañana a cerrar el semanario, tomé el colectivo y llegué a la oficina. No me morí.Laburé, se cortó la luz, volvió y cerré la publicación.Salí, me tomé el colectivo de vuelta y vine a mi casa, en el corazón de Tel Aviv, a dos cuadras del mercado más popular de la ciudad donde una vez se voló un palestino y murieron varios. No dejé de ir pero elegí, por esos engañosos juegos mentales, cuando ir.
Los que estamos en zonas más seguras ofrecemos refugio a los que están en peligro. Algunos, en la desesperación, cruzan de norte a sur para evitar los Katiusha pero se olvidan de lo que tiran desde Gaza.
Es un cierto caos si no sos de acá y estás expuesto.Ah, me olvidaba. Entre las decenas –no exagero– de radios en español que nos llaman a la redacción, mi jefe eligió un sólo programa, el de Nelson Castro. Y yo también uno, el del Gordo Cardoso. Me gusta hablar con él, la verdad, aunque no lo hago muy seguido.

Me dijeron que mañana llega Lanata y que viene un equipo del programa de Andy Kusnetzoff. Che, en vez de mandar al Diego o a Tangalanga…

KATIUSHAS EN EL NORTE Y KASAM EN EL SUR (18/07/06)

Hoy se cumplen doce años del atentado terrorista que voló la AMIA y que a los tirones empujó a la Argentina a formar parte de la comunidad internacional. Y no precisamente por su desarrollo.
Esa bomba en el Once, que apuntó directamente a asesinar a judíos y no a israelíes, mató a argentinos de todo tipo y factor.
Dos años antes, en marzo de 1992, el terrorismo islámico había intentado arrastrar a la Argentina al escenario mundial que existe afuera de un estadio deportivo. Pero había elegido un objetivo político preciso: la embajada de Israel en Buenos Aires. Digamos que fue una jugada de T.E.G. que quiso hacer saltar a Tel Aviv más que a la Casa Rosada aunque no dejó de ser una bruta señal para Menem y los suyos porque demostró que allí se podía hacer cualquier cosa. Incluso que se instalara Hezbollah tal como lo hizo en el sur del Líbano.
Lo de la AMIA fue la revalidación del pase de factura al presidente y la instantánea de los años que se vivían. De la espuma del dólar y el germen del paradigma “Menem, Versus y Fainá” que acuñó mi amigo y amigo de Martín Sivak, Nicolás Goszi.

¿Se comprende entonces quién es Hezbollah? No creo que haga falta demonizar más a esa organización que aprovechó un terreno tan virgen en cuestiones de seguridad como la Argentina, y que gracias a los de turno en el poder permitió, con apoyo logístico incluido, que se instalara algo tan exógeno para el Cono Sur como el conflicto de Medio Oriente.

Ese día, el 18 de julio de 1994 podría haber muerto en la explosión. Sí, pero no. En ese entonces me ganaba la vida como cobrador de una gestoría que trabajaba para una multinacional.La hoja de ruta de las cobranzas empezaban por Lanús y como la oficina estaba ubicada en Córdoba entre Larrea y Azcuénaga, la lógica indicaba siempre usar el subte Línea D cuya estación más cercana está en Córdoba y Junín.
Sin embargo, con vicios de cadete, tenía mis trucos para tardar más y aprovechar el día para mis egoísmos y me había acostumbrado a tomar la Línea B en la estación Pasteur. El recorrido a pie hasta la estación era Córdoba hasta Pasteur, su ruta hasta Corrientes. Mil mañanas pasé por la puerta de la AMIA sin siquiera percibirla ya que nunca me había parecido interesante ni su labor ni su cúpula de inoperantes transeros que hacían lobbies menores y rascaban viajes gratuitos a Israel.

Ese lunes volví a optar por la Línea D. Ni idea por qué. Con el walkman al taco escuchando cassette –la radio no se escucha en el subte– hice combinación a Constitución y luego el tren a Lanús. Siempre tracción a cassette.

El próximo cliente estaba en el centro pero abría más tarde. Fui a Lanús, cobré, y me dirigía al centro cuando me enchufé el walkman de nuevo pero esta vez con la radio. Ahí escucho lo de la AMIA.

Llamo inmediatamente a la oficina. Me dicen que llamó mi vieja, que está desesperada. La llamo, llora. La calmo, llora. Subo al tren. Bajo en Constitución. Subo al subte. Bajo en Callao. Subo por Córdoba. Es un hervor en pleno invierno. El Hospital de Clínicas es un hormiguero. Doy la vuelta por la plaza Bernardo Houssay. Cruzo Córdoba por Azcuénaga. Llego a la oficina. Un hijo de mil putas ya se había afanado un casco de Defensa Civil y se lo ponía en la cabeza payaseando. Les digo que voy a ver si puedo ayudar. Me dicen que no puedo hacer nada, que ya fueron a ver. Les digo que me voy igual, que soy judío. Bajo, tomo Azcuénaga. Paso San Luis. Doblo en Viamonte. Llego a la esquina de Pasteur. Hay policía que no deja entrar. Veo la montaña de escombros y polvo, polvo y polvo. Sorteo la línea policial –nada difícil, por cierto– y me mando. No veo ningún cadáver pero veo a unos pibes conocidos, fiambres comunitarios en camino a convertirse en dirigentes. Todos corren sin saber que hacer y eso que ya pasó como una hora y media del atentado. Cuando me doy cuenta de que estoy corriendo sin saber que hacer vuelvo a la oficina. Empiezo a caer pero no me doy cuenta más que del hecho físico. Respiro y recuerdo que es la segunda vez en el año que podría haber muerto al margen de las que uno no se entera.

En marzo de 1994, un mes antes de cambiar de trabajo y de barrio laboral, mientras esperaba a un amigo para ir a anotarnos a la Escuela de Cine de Avellaneda, me quedé haciendo tiempo en unos videojuegos de Corrientes y Uruguay, sobre la avenida. Puse una ficha a un juego de fútbol en el que me destacaba.
Iba por los cuartos de final, casi directo a coronarme campeón del Hattrick Hero cuando un pibe me tira de la mochila y me grita “Fuego, flaco, fuegooo”. Ahí tomo conciencia del humo que se respiraba y de un estallido de un vidrio al que, concentrado jugando, ignoré y relacioné con un accidente doméstico. Salgo corriendo y veo por lo menos cien personas sobre Corrientes, cortada ya, que miran hacia arriba de los videojuegos. Había reventado el polígono de tiro Shooting Baires. Y me había salvado.

Mientras cae fuego sin fin sobre el Líbano y llueven Katiushas en el norte y Kasam en el sur, tengo que trabajar duro para el semanario que cierra mañana y sale a la calle el jueves.Las noticias las debo tratar desde un punto de vista local, israelí, ya que somos el único semanario en español del país.
El lado humanitario de lo que ocurre más allá de la frontera no tiene lugar. No me gusta. Pero es genial que haya Rashas y su primera mano de los hechos que se difunden al margen de las agencias de noticias.

En Tel Aviv hay un clima Guerra de Malvinas, aunque pesa un alerta sobre la ciudad. La gente hace su vida normal, sale, consume y está atenta a las noticias pero no hay pánico porque los cohetes caen lejos. En el norte y en el sur, ya dije.

Ayer, mientras terminábamos de cenar con mi mujer en casa escuchamos una especie de sirena. Nos levantamos en un microsegundo y apuntamos a la pieza de la beba. Falsa alarma. Una pelotuda recién mudada dos pisos más arriba taladraba algo a las 22.30 de la noche y el motorcito como que ululaba. La puta madre que la parió. Imaginen que se rompe un dique y que en vez de agua corre adrenalina.
Nos miramos al borde de la crisis nerviosa. La calmé, la invité al balcón a fumar y a tomar un cortadito. A repensar. Por ahora, nos quedamos.

PARAGUAS ASESINOS (14/07/06)

Llueven cohetes. No acá, en mi living, pero sí a una distancia similar a la que hay de Buenos Aires a Chascomús. Lo que se venía demorando, que la inflamación islámica sacara de las casillas al siempre cebado Israel, acaba de empezar. Encima hace un calor.

Algunas claves locales (los riesgos en el Líbano son evidentes y los diarios lo informan “bien”):
¿Hay riesgo de que misiles más jodidos impacten en Haifa, tercera ciudad en importancia del país? Verdadero.
¿Existe el peligro de que esos proyectiles destruyan refinerías e instalaciones especiales secretas y haya un desastre ecológico en una de las ciudades más importantes? Verdadero.
¿Israel está dispuesto a correr esos riesgos? Verdadero, porque es quizás el más alto precio que arriesgará para cumplir su plan, el de poner fin a la presencia de Hezbollah en la frontera norte. Es una grave –y hasta quizás inevitable– consecuencia que puede sufrir en su campaña, ya en marcha, para poner su orden en la zona desde donde a diario se tira de la más sensible cuerda del país, la seguridad.

La guerra real de Israel en este momento es contra el tiempo. Y es contra esa variable que en realidad pelea, porque acaba de comenzar una operación que no se terminará hasta que se logre el reemplazo definitivo del control del sur del Líbano. Es decir, expulsar a Hezbollah de la región y forzar de manera estratégica y evidente a Beirut a posicionar a su Ejército regular para que administre la seguridad de la frontera. “Beirut está pagando el precio de su actitud pasiva que prolongó durante años”, dijo el ministro de Defensa Amir Peretz. Más claro imposible.

Lo que algunos interpretan como acciones terroristas de Hezbollah –el secuestro y la muerte de soldados y el lanzamiento de Katiushas contra territorio israelí– para el Gobierno son acciones que partieron de territorio libanés. Con ese criterio, Israel significa los hechos como hostilidades que provienen de un Estado, más allá de quien haya sido el autor intelectual o material (*).

Israel considera que debe ahora cambiar las reglas de juego y en eso está. Lamentablemente, los tres soldados secuestrados en el norte están condenados a muerte, ya que no se percibe como viable que Israel se disponga a negociar con los terroristas un canje de prisioneros.
En Gaza se está viviendo una situación paralela con el soldado Guilad Shalit, y era justamente allí donde estaba instalada la tensión bélica y diplomática cuando de repente el frente norte se convirtió en triste protagonista de una guerra que ya tiene un cierto cronograma, no del todo flexible, para lograr su objetivo. Como dice un analista muy cercano, Mario Wainstein, un estado de alerta permanente es exactamente igual a que si no hubiera un estado de alerta.

La máxima tensión se presenta tan permeable que permite que ocurran hechos como el secuestro y la muerte de soldados en el norte. Porque desde la salida del Líbano en mayo de 2000 luego de permanecer en la zona de seguridad durante casi 20 años, el norte israelí es víctima de los Katiusha de Hezbolla y por ende la luz roja está siempre encendida.
Hezbollah y Hamás golpean de una manera en la que Israel, maniatado, no puede demostrar su despliegue militar por una cuestión de desigualdad. Su poder persuasivo –las rayas negras y amarillas de la abeja– viene sufriendo un desgaste, pero aquí se considera que llegó el momento de recuperar su efecto de manera definitiva.

Si hasta ahora Israel no había pegado ni con la cuarta parte de lo que tiene –acá hay cabezas químicas, bacteriológicas, nucleares y de termo– es por ese código común de los enemigos de mantener el equilibrio en la utilización de armamento altamente sofisticado.

En Gaza hay misiles Scud (¿Se acuerdan de 1990 y el Golfo Pérsico?) pero no los tiran para que Israel no devuelva con algo peor, y así. No son gentilezas, es cuidarse el culo. Ahora el que se metió (bah, estuvo siempre bancando a Hezbolla como Washington a Tel Aviv) es Irán, que advirtió que si Israel ataca a Siria se pudre con ellos también.
“Ojalá –me dijo un tachero ayer- entremos a Siria y se meta Irán. Así tenemos la excusa perfecta para borrarlos del mapa”.
-Pero sería una Solución Final, le dije.
-Ya estás comparando esto con términos negativos. Hablo de borrar un territorio lleno de mierda. Haciendo eso vas a persuadir de forma definitiva. Y vas a decir: “Alguna vez hubo un lugar llamado Beirut”.

Cuando era chico, me enseñaron esta canción en un movimiento sionista de derecha ubicado entonces en la calle Paysandú en La Paternal, Capital Federal:
“Jabotinsky es nuestro estandarte, también Beguin y Arieh Sharón, forjaremos una patria grande, Jerusalén será su corazón.
Ya se oyen los estampidos, de los tanques al avanzar, son los fieros leones judíos, que a Damasco ya están por llegar.
El Canal ya no nos contiene, adelante con nuestro ideal, avanzando con la fe judía, hasta El Cairo nueva capital”.

Un saludo a todos los que me conocen y recomiendo recordar que Buenos Aires tiene el raro privilegio de contar con un cruce de calles que no se repite en ningún otro lugar: Estado de Israel y Palestina.

*Hezbollah es una organización integrista chiíta (musulmanes con turbante, tipo Irán) que tiene status de partido político en el Líbano y cuenta con parlamentarios en el Congreso de ese país.