EL REGRESO DE ISRAEL, EL INDEPENDENCIERO
Faltan pocas horas para comenzar a vivir una nueva edición del Día de la Independencia de Israel mientras que resta exactamente lo mismo para el final de la jornada de conmemoración de los caídos al servicio del Estado en guerras, operativos, acciones y atentados.
Esta ciudad presenta hoy y ahora síntomas de domingo pero de un domingo extraño, como si después lo sucediera un sábado que finalmente a la noche destilará atmósfera dominical siendo apenas un martes para hacernos sentir luego, al miércoles como lunes pero con la ventaja que al otro día será jueves, que se correspondería a una especie de viernes en occidente.
Entre la confusión semanal y sus alteraciones al biorritmo y el viento caliente que hoy sacude al país -llamado Jamsín o Sharaf- proveniente del noreste de África, el aire se me torna naranja y espeso.
La boca está seca, poco apetito, el tabaco que no pasa al no poder ser disuelto por el aparato respiratorio. En fin, una especie de color Indiana Jones con miles de polvos africanos revolviéndolo todo y alojándose en ojos, gargantas y orificios de todo el mundo. El final de los alérgicos.
El Día de la Independencia, bueno, todos saben lo que pasa aquí y allá. La gente se junta en los espacios públicos como para recordar que la independencia del prójimo no existe. Crece la densidad de población de una manera vertiginosa a la vez que las montañas de desperdicios alimentan a la fauna animal urbana de una manera excepcional.
Aquí, miles y miles de miles de personas toman para la masa las plazas y parques aunque también canteros y bulevares donde plantan pequeñas, precarias y prácticas parrillas sobre la que tiran todo lo que tenga algún tipo de carne. Una parrilla al lado de otra, un ala de pollo pegada a un falso chorizo -acá todos son falsos chorizos-, una familia de chomba polo junto a cinco hermanos con claritos rubios y gritos, banderas y pelotas que golpean en cabezas de ancianos que lo vieron todo y de niños que ni saben qué carajo es la Independencia pero al fin alguien los saca a ventilar.
Paréntesis: Sé que después de varios meses de no bloggear con frecuencia estoy teniendo una tendencia a la enumeración y ejemplificación. Me molesta pero si comienzo a editarme no escribiré mucho más.
La contracara de lo que será mañana el Día de la Independencia es hoy, en el recuerdo de los caídos.
A las 11 de la mañana sonó una sirena en todo el país. Sí, hay parlantes ocultos de largo alcance a lo largo de todo el territorio. Eso dicen, bah.
¿Esa sirena se escuchará en el medio del desierto del Néguev? ¿Y en la confitería subacuática de Eilat?
La cosa es que la sirena angustia, da miedo, trae imágenes no siempre exclusivamente relacionadas con la guerra tal o cual.
En mi caso me hace acordar al filme "El día después", producción estadounidense para TV que mostraba de forma hipotética el desastre nuclear.
Pero más allá de lo que a mi me hace sentir, la tradición dice que al sonido de la sirena todo debe paralizarse. Y así ocurre.
Con el primer albor del penetrante ulular, se frena la cotidianeidad. Los sentados se ponen de pie y los conductores bajan de sus vehículos como si se avecinara el mesías o el fin del mundo.
¿Alguien recuerda la película "El día que paralizaron la Tierra" con el famoso robot diciendo "Klató, Varanda, Dicto"? Es algo así pero sin el corte general de energía.
Yo, con el respeto a la memoria, me paro y pongo las manos al costado, adelante frente a los testículos o atrás sobre mis nalgas. Y miro a mi alrededor.
Y veo a compañeros de trabajo más compenetrados que yo en el homenaje -siempre me costó la concentración y la introspección- que aparecen acongojados.
Miro por una ventanita y veo a una mujer joven parada, con bolsas a los costados y mirando la rectangularidad de las baldosas.
Vuelvo a mirar a mis lados, con movimientos leves aunque ocularmente veloces, y veo a uno cabeceando, negando, como lamentando una pérdida. Luego averiguaré que no perdió a nadie sino que se compromete demasiado con la causa ajena como para tener en su epílogo un epitafio memorable. Para la foto, digamos.
La sirena sigue sonando y el hijo pequeño de una mujer que trabaja en el semanario masca chicle de forma descarada pero paradito y sin moverse del perímetro donde lo congeló la alarma. Es como un pacto tácito. Nadie se mueva.
Toda la angustia dura dos minutos o algo menos incluso. La sirena, maldita sirena que como espada de Damócles convivió con la población civil hace menos de un año, hace un fade out y se activa de nuevo la actividad.
Si bien no es la misma sirena de alerta de la guerra, no puedo dejar de asociarlas porque ambas salen por el mismo sistema de audio ciudadano y si es cierto que no tuve la mala suerte de oírla durante la última guerra, internamente ese sonido me perturba.
Esta noche seguramente vamos a ir con Marina y Alma -vueltas de la Argentina hace poco más de una semana- a la Plaza Rabin, donde mataron en 1995 al entonces primer ministro.
La municipalidad de Tel Aviv no escatimará en música -porquerías animadas de ayer y hoy- ni en fuegos artificiales.
A esos, quiero que Alma les preste atención. Quiero ver su reacción ante miles de estallidos simultáneos en un marco de banderas y pendejos tirando espuma de corso tipo Rey Momo.
Cuando sean las ocho de la noche de aquí, comenzará la fiesta de la Independencia. Como toda independencia nacional, no hay tal a la que la sangre no la haya acompañado.
Israel cumple 59 años de vida lo que significa mucho para el país. Desde 1948 es un Estado independiente en cuanto a soberanía. Y está muy bien. Felicidades.
Pero ante la falta de un liderazgo coherente, en la actualidad la nación se ha vuelto dependiente de muchos factores:
1- Depende de las armas para sobrevivir. Tanto o más que ayer.
2- Depende de muchas decisiones erradas que frenan la apertura a la paz
3- Depende de su heroico pasado y de sus líderes-padres-iconos
4- Depende del odio de los fanáticos
5- Depende del lobby judío neoyorquino
6- Depende de los religiosos y sus caprichos
7- Depende de las corporaciones
8- Depende de la Alta Tecnología
9- Depende del azar de las lluvias para llegar a un nivel óptimo de consumo de agua
10- Depende en gran parte sí misma, lo que si bien en paradoja la hace independiente, los errores fatales ya empiezan a pagarse caro. Y a 40 años de la Guerra de los Seis Días, Israel está abonando los intereses de la deuda interna que no se mide en plata si no en vidas.
De cara al sexagésimo aniversario, el establishment deberá plantearse una nueva ruta real y aplicable.
Saber de qué manera avanzar hacia la paz con los palestinos primero y el mundo árabe después, desmenuzar la gravedad del programa nuclear iraní y castigar con mucha más dureza la corrupción y las felonías de aquellos que manejan estos días las instituciones.
Bueno, me voy a tirar un rato. Después me bañaré y saldré a ver qué pasa con esos fuegos junto a miles de curiosos e imbéciles con cerebro del tamaño de un reproductor de mp3.
Al primero que le tire espuma a la nena lo cago a trompadas.
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