sábado, agosto 02, 2008

Medio año importa un choto

Tomarme poco más de medio año para retomar el blog y tratar de retomarlo es nada más que la dura realidad representada en el escaso tiempo libre cerebral para sentarme a escribir algo que me parezca que deba escribir en este espacio.

Acumulo ideas y pensamientos, frases en papelitos que van siendo fagocitados por el desorden y la actualidad. Sinónimos de la vida moderna.

Revolviendo cajas y bolsas encontré todos los ,diarios Clarín de la Guerra de Malvinas que mi suegro fallecido en 1986 juntó con devoción, quizás para guardar un testimonio de la infamia o tal vez para preservar la única guerra argentina del siglo XX. Y la última que tendrá con un enemigo externo. No lo sé, nunca conocí a mi suegro.

Volviendo a lo "superficial" de encontrar un diario viejo, con los Clarín añejos retomé mis hábitos de volver a leer el diario como cuando era un pibe y empecé con Deportes donde todo era Menotti y la selección antes y durante el Mundial 82, Vilas y Clerc, el box de Laciar y Sacco, el Lole en retirada y el San Lorenzo de Lorenzo en la B.

Testeándome a mí mismo, hallé que conocía a muchos más jugadores de los que creía. Y vi qué equipos jugaban en el Nacional y me sorprendí.

Después de Deportes fui a Internacionales -desde que leo el diario, le pongo ganas a esa sección- donde lo que dominaba eran las guerras Irak-Irán y la del Líbano de Israel contra la OLP.
Acá me detuve un poco para tratar de comprender aquella coyuntura con ojos clarinescos.

En esa época existía el mito de que el "Gran Diario Argentino" se financiaba con capitales árabes. No lo sé ni sé si alguien lo sabrá pero sí es evidente la parcialidad contra Israel.
Es cierto que esa guerra fue un calambre para el país pero es genialmente antiperiodística la cobertura -hecha con cables y notas de Le Monde- que se hizo del conflicto.

Siguiendo con el orden de lectura, fui a los chistes y recordé cuán bueno es Crist. Hay una serie de chistes de paisanos hablando de la modernidad que me hizo reír.
Con humildad debo reconocer que descubrí a Teodoro & Cía. del fallecido Viuti. Se ve que en esa época, las intrigas oficinescas y la ironía sobre una rutina que no era la mía no me llamaban la atención.

No es una tira irónica con el mismo humor que la MAD en español -que entonces mi viejo me compraba- y las relaciones humanas que retrata estaban lejos del alcance de mi comprensión.

Entre los diarios ubiqué el de mi cumpleaños que coincidió con la visita del papa Juan Pablo II a Buenos Aires en plena Guerra de Malvinas. Y recordé algo impar.
El 12 de junio de 1982, sábado, yo cumplía diez años y a la noche mis viejos hacían una reunión en mi casa. Amiguitos varios, padres de amiguitos, primos, tíos, abuelos y amigos de mis padres.
Pero a la tarde, como muchos sábados, estaba jugando a la pelota con vecinos del edificio y de la cuadra en una calle Julián Alvarez que parecía no haber sido descubierta por el gran público.

En medio de un partidito de tres contra dos o algo similar, llegaron los mayores Don Carlos y Tita, dueños del 7° B y mandamases del consorcio. Bajaron del auto y nos saludaron.
Saludo de rigor y de golpe la viejita se emociona y nos cuenta que fueron a ver al Papa.
En pleno paroxismo religioso, me dice: "Yo sé que vos no creés pero vení, vení y besá el rosario así tenés paz vos y tu familia también".
Cagadísimo, voy y beso la cruz navegando un mar de dudas respecto del acto que estoy haciendo y no debería hacer. Yo que sabía de diálogos interreligiosos...

Pasada la hora de la siesta, volví a mi casa a bañarme y merendar. Le cuento el episodio a mi mamá que me dice que "nunca más tenés que hacer lo que no querés o lo que no debés".

Mi mamá, más judía que Abraham, de chica entró en crisis y quiso ordenarse a monja. Mis abuelos, luchadores de la Shoá, la sacaron cagando y ella reaccionó y permaneció enmarcada en el judaísmo cultural, conservador y social.

Sin embargo, en mi barrio había varias iglesias a las que mi vieja me llevaba a visitar por su propia necesidad de paliar su voraz curiosidad: Nuestra Señora de la Consolación (Católica Apostólica Romana) y San Jorge (copta) sobre la entonces Canning en proceso de mutar a Scalabrini Ortiz, y la San Gregorio Iluminador (en la calle Acevedo, virando a llamarse Armenia).

Las cruces que veía ahí adentro eran diferentes entre sí pero similares a la del rosario de Tita que hechizado besé. No entendía nada.

Esa duda se evacuó cuando cumplí 13 años y la gloria y majestuosidad del Bar Mitzvah erradicó cualquier tipo de dudas. Pero para entonces faltaban tres años, la derrota en las Islas, la democracia que volvía y el ingreso a la escuela secundaria.

Ya me aburrieron estos diarios. La moral periodística me impide tirarlos a pesar de que en Tel Aviv no tengo motivos para conservarlos.

Los quiero regalar, donar o enchufar pero no tengo mucha creatividad. ¿Se les ocurre alguna idea? Interesados comentar abajo.

Si 25 años no son nada, menos lo es medio año sin escribir. Volviendo estoy.

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